domingo, 15 de agosto de 2010

Como antinfluyetorio. (Dosis: una cada 48 hrs. Alternar con el complemento para evitar efectos secundarios.)

Y el maldito espejo regresa una vez más (¿o regreso yo?). Estoy harto, puedo decirlo. Harto de verlo, de verte, de verlos. Simplemente el placer de verlos es ahora colapso, ¡suficiente! ¿Por qué quejas y después yo regreso a ver al espejo? Entonces, quejas de nuevo. Ver lo que me pierdo: ¿eso es placer?

Los que fluyen y yo. Los naturales y yo. Los felices y yo. Ellos viven, ¿y yo?

Este es el único caso en el que alcanzar el diamante sería un alivio. O al menos conocer su forma, saber qué tan atrás estoy.

Seguro estoy adelante de algo. Algo habrá que ya he alcanzado. Ya lo visualizo: es grotesco y prescindible. Tanto camino da náuseas.

[Y así termina esta meditación: incompleta, como la vida.]

martes, 10 de agosto de 2010

2 sin rodeos

La dualidad está en todo y en todos. Somos nosotros quienes rompemos el equilibrio. Por ejemplo, en mí yace el espacio-tiempo; sin embargo, decidí unirme al culto del tiempo y no al del espacio.

¿Abrumado por la vida diaria?

Brumerío

Bajo la bruma
el polen no enferma,
la vista no encuentra
más que el (di)visible átomo
del colapso
y la conspiración.

Bajo la bruma
no se ve el polvo,
ni la flor, ni el retoño
que aguarda sumergido
en el limbo
de la confusión.

Estando siempre
en cierta bruma
de especie nocturna,
obtusa ceguera
en calidad de interna
de esta prisión.