Soy comida.
Deben comerme justo después de haberme preparado, porque frío y recalentado no tengo el mismo sabor.
Con el tiempo, caduco. Poco a poco me voy descomponiendo. Lo que soy se va perdiendo hasta que soy irreconocible. Siempre cambio y todos mis cambios tienden al desorden, a la inmundicia, la desolación.
Ningún método de conservación funciona conmigo.
Debo ser consumido en una sola exhibición. Me acabo, es decir, me agoto.
Soy plato de una sentada.